
Algunos creen que basta con reirse, que nos reimos poco. Que estamos demasiado preocupados por cosas (o preocupados por demasiadas cosas), y entonces nos estresamos, o nos entristecemos, o nos irritamos. A mí me gusta la gente que sonríe sin malicia, con ese gesto ingenuo que algunas veces atribuimos a la bondad y otras a la estupidez. Esos suelen dejarse ver poco, pero cuando se van dejan siempre en el ambiente un sabor dulce a ensueño y a conversación no forzada... junto con una estela de sencillez y de certeza que te atrapa y que no acabas de saber descifrar. La sonrisa de Buda.