Regreso, sí. No de forma constante, pero por aquí estaré cada vez que quiera contaros algo.
Pasó el invierno por fin. Curiosamente aquí llevamos casi 2 semanas de sol primaveral mientras en España nieva y llueve torrencialmente. Por una vez me alegro de estar aquí y no allí. Me siento mejor, y conociendo ahora mis tendencias depresivas ante la falta de luz, intentaré organizarme las vacaciones en invierno e irme a algún país de clima tropical a pasar la Navidad. La verdad es que Holanda con sol es fantástica, la tranquilidad, las bicis, el verde de la multitud de parques, de los árboles en los canales, las flores de todos los jardines... Con sol dejo de querer coger el primer avión hacia España de nuevo y soy capaz de valorar las cosas que este país me permite y que en Barcelona serían imposibles. Como tener una casa con jardín y una hamaca de colores. Como escuchar el silencio roto por algunos pájaros y el zumbido de los abejorros, ni un coche, desde mi habitación. Como tomarme un café con un porrito a las 4 de la tarde en un barco amarrado a 5 minutos de casa, y dejar que se me embriague el pensamiento al compás de las maderas que se mueven con el agua.
Me voy a quedar aquí por una temporada, está hablado y decidido. Pueden ser 4 años, pueden ser más. Tengo que acostumbrarme a estar aquí, intentar dejar de echar de menos, y hacer más esfuerzos por cubrir esas ausencias a base de teléfono, msn o skype. Abrirme más y a más gente, y sobretodo no agobiarme por que las cosas van más despacio de lo que a mí me gustaría.
Aprender holandés de verdad, no para ir a comprar pan y que me entiendan, sino ser capaz de contratar una póliza, de ir al médico y explicar qué me duele y cómo, de saber quién o cómo se hace la renta, la ITV del coche, ... etc. Muchas cosas de las que hasta ahora he huído y asumía David en gran parte, pero que si realmente quiero sentirme bien aquí, tengo que ser capaz de llevar a cabo por mí misma sin que me cueste un esfuerzo terrible. Y 4 años... ya son años, los suficientes para tener niños, y entonces sí que no puedo permitirme el lujo de no entenderme con quien me tenga que entender en caso de urgencia. Llegó el momento de seguir construyendo ahora que los cimientos estan puestos y dejar de pensar en si hice bien construyéndolos aquí o debería haberlos puesto de otra manera en otro sitio con otra orientación... Es lo que hay, me guste o no, me guste más o menos, aquí estoy y aquí me quedo, aunque haya cosas o personas que se queden por el camino, que no consigan llegar tan lejos, que sea demasiado esfuerzo. Aunque me pierda la recta final de mi abuelo, cómo crecen los hijos de las personas que quiero, aunque me pierda los momentos importantes, los sueños y las crisis de esas personas. Estoy pero no estoy, igual que ellos, están pero no están. Podemos estar informados, podemos compartir, pero no podemos participar porque nuestras vidas no coinciden en el espacio-tiempo, y yo ya no sé cómo son las suyas, y ellos aún menos cómo es la mía. Y en el fondo no importa tanto si al final nos ponemos al día con un café cada tres meses o una llamada de hora y media cada dos. Todo es un esfuerzo, y como tal hay que valorarlo. La vida continúa, y continúa para todos.
Este país me ha dado la posibilidad de aprender, de enfrentarme a mí misma, de conocerme más. David ha posibilitado todo eso y me ha acompañado siempre, sin dejarme sola a menos que yo se lo pidiera. He conocido personas de otras culturas, de ojos rasgados, o pañuelo en la cabeza, da igual, aprendes a acercarte a ellos, aprendes a que no importe el color de la piel o la lengua que hablan. Y es comparándome con ellos, con los de fuera que llegaban como yo, y con los de dentro, altos, guapos y rubios, que percibo más quién soy y me defino más conscientemente. Y es en el marco de esa diferencia donde aprendes a ver detalles, cosas sutiles que antes me pasaban desapercibidas. Pero es también desde detrás de la frontera, citando a Lipovetsky, cuando lo que antes eran diferencias se convierten en similitudes y se es capaz de apreciar al mundo de forma más global y abierta. Cruzar fronteras es la forma de crecer como persona, y no sólo fronteras físicas, también fronteras emocionales, intelectuales, cualquier limitación que uno tenga, que uno se imponga a sí mismo, se convierte en una frontera.Y cruzarlas es la forma de perderles el miedo.
Así que aquí estoy. Seguiremos hablando para conocernos, tal vez de otra forma, con otro tono, pero desde detrás de la frontera, desde mis circunstancias siempre.