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miércoles, septiembre 24, 2008



Últimamente me encuentro que me levanto por las mañanas y soy feliz. Y cuando lo digo en voz alta no puedo evitar bajar la voz, no sea que los dioses o la vida o lo que sea descarguen su furia sobre mí y sin saber cómo se desvanezca el sentimiento como si se tratara de humo o de una ilusión.

De la felicidad se habla siempre con la boca pequeña y con personas escogidas, pues al pronunciarla parece como si la palabra se lavara y perdiera su vigor. Y ese mismo miedo al capricho de los ángeles es lo que nos hace vivirla como si en realidad no nos perteneciera, con miedo a tocarla, como las cajas doradas de los escaparates por Navidad, que sabemos hermosas y vacías, pero que resplandecen eternas a los ojos de los niños detrás del cristal.

martes, septiembre 09, 2008

Momentos para no pensar

Si lo entiendo bien, la vida no es más que un viaje donde cada uno se busca la vida para vivirla lo mejor que puede. Poca cosa más. El decidir qué es lo que a cada uno le conviene, le gusta, le hace sonreir o le hace crecer es algo que para mí se escapa a una regla fija o a un estado de ánimo concreto. A veces es un libro, a veces es una conversación, a veces es mirar a alguien y verte en un espejo, dándote la perspectiva del camino que uno ha recorrido ya. A veces lo que te resulta conmovedor un día te acaba provocando desánimo, o lo que te permitió crecer en un momento acaba por paralizarte. Es difícil diferenciar lo que te hace sentir mejor porque engrandece el propio ego de lo que conviene para no quedarse estancado, para no quedarse dando círculos sobre una idea o comportamiento que fue útil en su momento pero que ha dejado de ser válido. Si se tratara de conseguir verdades inmutables vivir no tendría tanta gracia, supongo.

Por mi parte, pienso que no vale la pena luchar por todo, sin embargo entiendo que las metas más difíciles se consiguen con esfuerzo, y que muchas veces lo que vale la pena se reconoce una vez has llegado. Anticipar es humano, es lógico y es aconsejable, aunque la mayoría de las veces sea una pérdida de tiempo.

Yo dejé mi trabajo hace 3 meses porqué sentía la necesidad de un cambio de rumbo y empecé un máster, pero últimamente me encuentro que mi saldo disminuye al ritmo de mi paciencia y de mis expectativas. El no tener trabajo me da tiempo, que es lo que pretendía, pero al mismo tiempo atenta entre otras cosas contra mi potencial de consumo y contra la sensación de autonomía y de poder a la que estaba acostumbrada, y eso me molesta, me incomoda y me hace sentir en deuda con David, no puedo evitarlo, creando en mí una sensación de vulnerabilidad que me desestabiliza más de lo que esperaba. Así que cuando me levanto con mal pie me zambullo con un café con leche en Internet y mando un par de currículums sin demasiado empeño, consiguiendo así calmar temporalmente mi sentimiento de culpa sin renunciar a lo que quiero, que en definitiva es no currar. ¿Pérdida de tiempo? Tal vez, probablemente. Aunque estoy convencida de que la verdadera pérdida de tiempo sería buscarme un curro y ya, y volver a lo de siempre: resposabilidades, decisiones, estrés, poco estímulo intelectual, demasiada implicación emocional, ninguna energía al llegar a casa y desánimo para vivir en general. No quiero volver a un trabajo que me vacíe como los que he tenido hasta ahora, y cuando digo esto una parte de mí me está llamando ingenua, infantil, soñadora, me dice que ya soy mayorcita para seguir creyendo que un trabajo es algo más que una fuente de ingresos, y se ríe de mí. Y la verdad es que si tuviera un plan..., pero tampoco lo tengo. Así que no me queda más que seguir para acabar el máster, seguir juzgándome por ello y seguir... y a ver adónde nos lleva esto. Tal vez incluso a hacer las paces conmigo misma.