Dejarse llevar

Es como un pulpo. Nace de tu propia paranoia y se va enredando hasta que no ves más allá de ella. Entonces es cuando tu pensamiento se apodera del resto de tu realidad, y tu cabeza busca, selecciona, interpreta, descarta y prioriza aquello que coincide, aquello que refuerza, aquello que permite que la paranoia se instale y se vuelva real...y queda justificado con un "por si acaso". Y por si acaso nos autodeprimimos, nos juzgamos, nos sentenciamos y nos despreciamos a nosotros mismos (y en un ataque de rebote a los demás, porque quién son ellos para juzgarnos), por si acaso...no nos cojan por sorpresa.
Al cabo de cierto tiempo, pueden ser dos dias o dos meses o toda una vida, nos damos cuenta en un semi-estado de iluminación de que aquello no es real, de que lo creamos nosotros mismos por no atrevernos a mirar a nuestros miedos a la cara, por estar demasiado preocupados por no equivocarnos, por aferrarnos a una especie de identidad que nos pierde pero que es el único referente de quienes somos. Y si somos así...entonces todo está perdido, no hay posibilidad de cambio, y ya da igual si es real o no, lo es para mí. Y te olvidas de que puede ser distinto, y vuelves al mismo bucle, o a otro pero con las mismas espirales. Pero empezamos a leer sobre budismo o sobre cienciología o sobre el yo-ego o sobre sinapsis neuronales que se refuerzan a través de nuestros patrones de comportamiento, intentando a ciegas adoptar personalidades de otros que nos den la guía o la iluminación o el manual a seguir para ser feliz. Y a ratos hacemos apología de Gaia, o de la humanidad, o de cualquier chorrada espiritual sin darnos cuenta de que seguimos sin mirarnos, encerrando cada vez bajo más llaves el miedo a ser nosotros mismos.
Y entonces es cuando llega alguien que te ve como eres y que te quiere como eres y te dice relájate. Y disfruta de "esto", coño.